Deslaves
El término deslave procede del vocablo latino delābi, que puede traducirse como “deslizarse”. El concepto, que también puede mencionarse como derrubio, hace referencia al desmoronamiento o la caída de tierra como consecuencia del accionar de una corriente de agua.
El deslave, por lo tanto, se vincula a la erosión que genera el agua en una ribera y al efecto de la fuerza de gravedad. También puede tratarse de un deslizamiento que se produce por la lluvia cuando el agua provoca la separación de una capa de tierra del lecho de roca.
En ocasiones el deslave es casi imperceptible, ya que la tierra apenas se desplaza unos pocos centímetros. En otros casos, en cambio, el deslave puede ser muy rápido, con movimientos de más de 30 kilómetros por hora. Cuando un deslave de muchas toneladas de tierra se produce con gran rapidez, es posible que se genere una tragedia ya que pueden quedar pueblos enteros sepultados.

En concreto el deslave tiene lugar cuando el agua se introduce entre distintas capas de suelo. Estas capas están vinculadas por la fricción, que ejerce una resistencia al deslizamiento. El agua, al eliminar dicha fuerza, causa por lo tanto el deslizamiento de la tierra. Por eso las precipitaciones intensas, el crecimiento del agua subterránea, el deshielo y la erosión que produce una corriente pueden derivar en un deslave.
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